Esta camiseta, que ahora cumple 10 años, es para mí como el esclavo romano subido a mi cuadriga: me pone los pies en la tierra. Veréis.
Sin haber corrido más que medias maratones, en Septiembre de 2010 me planté en Berlín para correr la Maratón, con el único bagaje como preparación que el haber hecho ¡una tirada larga de 15 km en la cinta!. Olé yo... (y solo hacía dos años y medio que estaba en esto del correr). Y lo bueno fue que bajo la lluvia, que me acompañó toooodo el recorrido, la terminé en 4:13:19. ¡Subidón!.
No contento con esto, y tan solo un mes y medio después, me planté en San Sebastián, también para correr la Maratón (de nuevo bajo la lluvia) sustituyendo a un compañero Tribanda lesionado. Y, con un par, la acabé en 4:03:09. Y no vi ningún esclavo romano rondando por ahí. Quizás eso fue lo malo. Porque llegó Marzo 2011, y con él, la Maratón de Barcelona, la maratón de mi ciudad. Y claro, después de visto lo visto en Berlín y San Sebastián, pensé:
¿Maratones a mí, que soy el rey del mambo?. Esto está chupado.
Y, ¡zasca!, al llegar a Diagonal Mar paré para tomar frutos secos y algo de beber ya no hubo manera de volver a arrancar. Mi menosprecio, el no prepararla como se merece, mi falta de respeto por la Maratón, cualquiera de ellas que hubiera sido, se cobró amargamente su factura.
Es por esto que, desde ese día, cuando tengo un reto, un objetivo ambicioso (como para mí lo es ahora el Asalto al Test de 3.000) siempre aparece en escena "la naranja del 2011" a modo de recordatorio del zascazo, y, para cual esclavo romano, susurrarme:
"Recuerda que sólo eres un hombre"
para que prepare bien el reto, para que no lo infravalore, lo entrene, para que no se repita otro "Marzo de 2011".
Y en ello estoy ahora.