"Sé que no te va a gustar lo que te voy a decir...".
Y no, rotundamente no me gustó nada lo que yo, muy a la defensiva, le escuché.
En un microsegundo pasé de corredor a boxeador, porque fue como estar en el centro del ring y recibir un tremendo derechazo de aquellos que, por imprevistos, te tumban en la lona y te dejan KO.