Porque, sí, hubo un tiempo en que mis Garmin eran el centro de todo. Aún sabiendo que, en el fondo, lo que vale es el tiempo que acredite el organizador (vía chip), el primer gesto, milímetros antes de cruzar la línea de meta, era el de alzar la muñeca y detener el crono. Nada había que importara más en aquel preciso instante.