1 de enero de 2000

EL MISTERIO DE LAS RELACIONES HUMANAS

Quizá la palabra no sea “misterio”; se acerca tal vez más a “complejidad”. Puedes
pasar años junto a personas con las que permaneces como “impermeable”: estás con ellas, pero no te empapas de ellas, ni ellas consiguen una sola gota de ti. No es indiferencia, no es que no quieras llegar a más… es que sencillamente no ocurre nada, no pasa nada. Pasan por tu vida, pero si no pasaran, nada cambiaría. Forman parte de tu vida, pero no de tu existencia.

En la otra esquina del cuadrilátero, todo lo contrario. Personas con las que te cruzas casi fugazmente y a las que, cuando las recuerdas, crees que fueron muchos los días en los que compartisteis, vivencias, recuerdos, charlas, risas (¡cómo no sucumbir a la deliciosa y contagiosa risa de Keya!), confidencias... Las recuerdas como algo intenso, pleno… pero cuando lo racionalizas, descubres que esos momentos fueron casi nada (en cuanto a tiempo real). Es el caso de dos adorables personitas llegadas al Camino desde el lejano Oregón (Keya y Nick) El texto que viene a continuación está escrito como si estuviera hablando con ellas 

      Qué intensos fueron los días de nuestra última semana en el Camino. 

   No caminábamos juntos, pero el Camino nos hacía piruetas y nuestros “caminos” se cruzaban una y otra vez. Y qué alegría cada vez que esto ocurría, cuando os re encontraba, cuando sin provocarlo nos cruzábamos. Aunque casi no nos conocíamos, era como re encontrarme con alguien “de casa”, alguien que forma parte de tu entorno más cercano. 

 Nuestras conversaciones eran cercanas, como si nos conociéramos desde siempre; en ocasiones eran conversaciones íntimas, muy personales… que no había tenido nunca con gente cotidiana de mi alrededor por años y años. 
  ¡Con qué nostalgia recuerdo todos esos días al final del Camino!.
- ¿ He dicho al principio ¿NUESTRA ÚLTIMA SEMANA EN EL CAMINO? ...Rebobinemos.
-        El azar hizo que, a pocos kilómetros de la salida de Villafranca del Bierzo, nuestros caminos se cruzaran. Era sábado, 2 de julio. Y creo que fue algo mágico. Yo hablo un inglés muy muy básico, con muy poco vocabulario. Vamos, que no hablo inglés. Aunque el español tampoco es vuestro fuerte (el de Keya, algo más); pero “la pieza de enganche”, David, hizo que la comunicación, aunque muy chapucera por ambas partes, al menos empezara a ser fluida. Por cierto que  David, del también lejano Pittsburgh, mi compañero de viaje durante muchos kilómetros del tramo final de mi Camino, merece un capítulo especial. Y lo tendrá.

  

Ese sábado estuvimos caminando (Keya a su ritmo tan especial) un buen rato durante la mañana. 
Comimos juntos, charlamos, reímos, nos hicimos confidencias y por la tarde proseguimos nuestro camino también juntos hasta llegar a La Vega de Valcárcel, donde os quedasteis. 
En cambio, David y yo proseguimos, alargamos la etapa hasta La Faba. 
Para mí, esta etapa fue de 31 km.

Al haber variado nosotros la etapa, al haberla roto, creí que ya no iba a volver a veros. Crónica y fotos de la etapa.

-    Y ciertamente no os vi el domingo; y no os vi el lunes; y no os vi el martes, y tampoco os vi el miércoles., ni el jueves No fue sino hasta la tarde del viernes (no recuerdo dónde estaba David ese día en esos momentos), que en un alto en el camino, un arroyo de agua fresca volvió a reunirnos y nos refrescó los pies. El mismo arroyo que inmortalizaste en la deliciosa pintura sobre madera que me mandaste hace unos días. 

    Fueron solo algunos minutos…   Crónica y fotos de la etapa. Estuvimos caminando juntos unos kilómetros y luego, cada uno de nuevo por su lado. 


Al día siguiente, sábado, me confundí con unas amigas sobre el sitio donde encontrarnos. para comer... y acabé comiendo solo a mediodia. ¿Solo?... no. Casualmente vosotros pasasteis por ahí, y estuvimos comiendo juntos. Pero esta vez no caminamos juntos después de comer, yo marché antes. Crónica y fotos de la etapa

El domingo era el gran día. El domingo día 10 llegábamos a Santiago. Y en la Plaza del Obradoiro volvimos a encontramos de nuevo. También fueron tan solo unos minutos. Luego, ya sí, por la noche, disfrutamos de una estupenda cena multinacional. a la que me invitasteis asistir. Una velada entrañable. No podía tener mejor final de Camino.


                          
Al día siguiente, lunes, nos encontramos en la Misa del Peregrino; y al salir tuviste la gentileza, no tan solo de hacerme una foto con cada una de mis camisetas solidarias con la Catedral al fondo, sino de remitirme más tarde el making-off de cómo lo hicimos. 
Y nos despedimos.

Keya, Nick, ya véis: lo nuestro fue, realmente, muy breve en el tiempo; pero muy intenso. Creo que hasta podría contar las horas:
5 del día del encuentro + 2 del día del arroyo + 2 de la comida + 5 entre Obradoiro y cena + 2 del último día:   16 horas.  Así que, está claro:

NO IMPORTA LA CANTIDAD DE TIEMPO QUE PASES CON O JUNTO A ALGUIEN, SINO LA INTENSIDAD CON LA QUE VIVAS ESE TIEMPO.