02 enero 2000

DECIMAPRIMERA ETAPA, DOMINGO, 23 DE ABRIL

CALDAS DE REIS - PADRÓN

 

La gente es buena por naturaleza, estoy convencido de ello. Luego la vida, las circunstancias, o lo que sea, las puede ir maleando (aunque no necesariamente).

Me he levantado relativamente temprano esta mañana. La noche anterior me indicaron dónde podía desayunar, en domingo y temprano.

Y es un horno-pastelería-degustación, que a las siete y cuarto de la mañana estaba a reventar, lógicamente, al ser lo único que podías encontrar. He desayunado contundente, atendido de maravilla por una preciosa muchacha de increíbles y profundos ojos azules (…y así mismo se lo he dicho a ella).

De nuevo ha sido una etapa caminada en solitario, y rápida, bajo una intermitente llovizna. Era una etapa corta y supongo que quería llegar cuanto antes mejor.

Al llegar a Padrón, nada más cruzar el puente, y más temprano que de costumbre, he comido en un original establecimiento. La intención era alargar un poco más la jornada después de comer, porque los 16k caminados me habían sabido a poco y me encontraba bien. Pero a mitad de camino, por la mañana, me había dado cuenta de que me había dejado la gorra amarilla en la pastelería. Y mientras me traían la comida he intentado recordar dónde había sido, porque ni en coña sabía el nombre. Lo he solucionado vía Google-maps . Sin saber bien bien qué les iba a decir, les he llamado. A la voz que me ha contestado la llamada le he dicho:

- ¿Eres la chica de los preciosos ojos azules?

- No, espera que te pongo con ella

Cuando se ha puesto le he preguntado si habían encontrado mi gorra y me ha dicho que sí. Le he dicho que yo ya estaba en Padrón y que no iba a poder ir a por ella; que podía mandarle un Bizum para que me le pudiera mandar por correo a casa, porque era una gorra muy especial para mí. Pero, ante mi más absoluta sorpresa, me ha dicho:

- Tranquilo, no te preocupes, yo te la llevo esta tarde…

Y dicho y hecho; a eso de las seis y media Vanesa se ha presentado en el albergue “La Meiga” que me había reservado Susana, del local donde comí, a traerme la gorra.

¡Alucinante!.

Escribo esto después de haber ido a cenar a un bar en el pueblo, donde ha habido una bronca de cuidado entre el dueño del bar y un cliente. Aunque parezca mentira, ha sido una bronca “entre las dos Españas”, como dijo Machado. El cliente era un terrateniente local que ha debido hacer un desafortunado comentario que ha encendido al otro. Han salido a relucir la Guerra civil, los fusilamientos indiscriminados (entre otros el del abuelo del propietario a manos -presumiblemente- del cliente), las fosas comunes por abrir todavía…  Y eñ s que hay heridas que parece que no cicatrizan con el tiempo, y menos en pequeñas poblaciones, donde cada uno sabe todo lo qué de cada cual…


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