"Algún día en cualquier parte, en cualquier lugar indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y ésa, sólo ésa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas".
Mira tu por donde; esta frase -que llevo como santo y seña desde hace exactamente 45 años- se la había atribuido siempre al uruguayo Mario Benedetti, cuando realmente es del chileno Pablo Neruda.
Y no solo eso, yo la había "tuneado"; la mía decía así:
"Algún día, en cualquier parte, indefectiblemente, has de encontrarte contigo mismo. Y solo de tí depende el que ese sea tu momento mejor, o la más amarga de tus horas"
Porque no hay nada más triste que vivir la vida de otro, no ser tu mismo. Es muchísimo mejor un original discreto, que una burda copia de otro.
¡Sé tu mismo!
Lo que Benedetti sí escribió fue
"Los formales y el frío",
que luego fue amorosamente arreglada y puesto música por J.M. Serrat. Éste, como yo con la frase de Neruda, también la "tuneó" en algunas estrofas.
Ésta es la deliciosa "versión musicada" de Joan Manuel Serrat:
"Los formales y el frío" (clica)
La original de Benedetti era:
Mientras almorzaban por primera vez
ella muy lenta y él no tanto
Y hablaban con sospechosa objetividad
de grandes temas en dos volúmenes
la de ella, era como un augurio o una fábula
Su mirada, la de él
tomaban nota de cómo eran sus ojos, los de ella
Pero sus palabras, las de él no se enteraban de esa dulce encuesta
La política condujo a la cultura
Así que por la noche concurrieron al teatro
Sin tocarse una uña o un ojal
Ni siquiera una hebilla o una manga
y ella no tenía medias
solo sandalias por las que asomaban unos dedos muy blancos e indefensos
fue preciso meterse en un boliche
Y ya que el mozo demoraba tanto
ellos optaron por la confidencia
¡Extra seca y sin hielo, por favor!
la de ella, ya el frío estaba en sus labios, los de él
De modo que ella, fábula y augurio
le dio refugio y café instantáneos
hasta que al fin sobrevino un silencio
Como se sabe, en estos casos es bravo
decir algo que realmente no sobre
Y ella aprobó –"¿por qué no te quedás?"–
Y él –"no me lo digas dos veces"–
Y ella –"bueno, ¿por qué no te quedas?"–
a besar sin usura sus pies fríos, los de ella
después ella besó sus labios, los de él
que a esa altura ya no estaban tan fríos
Y sucesivamente así
mientras los grandes temas
Dormían el sueño que ellos no durmieron