… elegí el peor momento para llegar tarde.
Si el domingo se cumplían 3 años de mi regreso del que en ese momento era mi primer Camino, hoy se cumplen 49 años de mi “entrada con retraso en la mili”. Menudo momento (en esa época, Franco post mortem) como para andar vacilándole al Ejército.
Ahora recuerdo que ya lo conté cuando se cumplieron 45 así que seré breve, porque de lo que quería hablar era de la puntualidad .
El caso es que debía incorporarme al Ejército del Aire, en Reus, el 15 de julio de 1976. Pero con anterioridad a esa fecha hubo una huelga casi salvaje en Correos (que por aquel entonces no estaba privatizada, ojo al dato)… y a mí no me llegó comunicación alguna (…ni nunca me llegó). Así que el 16 de julio, a eso de las nueve y media estaba desayunando, cuando me llaman del despacho para decirme que “era un prófugo del ejército” y que tenía que incorporarme de inmediato.
Poco antes de las dos entraba en la Base Aérea de Reus, así, de golpe, sin anestesia.
A lo que iba:
SER PUNTUAL ES LLEGAR A LA HORA EN QUE SE TE HA CITADO.
NO es llegar diez minutos antes (es una falta de respeto al anfitrión, que tendrá su timing previsto para la hora de la cita, y no antes)
NI es llegar diez minutitos de nada tarde (porque es una falta de respeto a todos).
Me pone de muy mala ostia la impuntualidad, ya sea por defecto o por exceso.