Desde su nacimiento, su vida no fue más que un acumular desgracia tras desgracia. Pertenecientes a una sabrosa y gran familia unida, todas las hermanas fueron separadas de las demás después de pasar por un cortante proceso de conversión en rebanada...
... pero obligadas en cambio a vivir todas juntas como tal en un minúsculo habitáculo plastificado. Todas ellas intuían que, por su genética, su vida en el habitáculo era cuestión de días. Es por ello que su mayor empeño era poder conocer al mayor número de Hermanas Rebanadas. Pero cada una de ellas solo podía conversar, en susurros, con la hermana rebanada que tenía delante y con la que tenía detrás porque lo estrecho y angosto del maldito habitáculo plastificado les impedía moverse con libertad por él. A lo máximo que llegaban era hacer llegar, hacia adelante o hacia atrás, mensajes "en plan cadena": decírselo a la rebanada de delante (o a la de atras, para que ésta a su vez se lo dijera a la que tenía delante, y así sucesivamente. En más de una ocasión, el mensaje emitido por este sistema había acabado llegando hasta cualquiera de las dos Tapas Pan de Molde.
Para la hermana Tapa Pan de Molde de Abajo la vida era bien distinta y dependía de lo que le deparara la fortuna en lo que a la Hermana Rebanada que le tocara en suerte delante, ya que detrás de ella solo había la pared plastificada del final del habitáculo, así que ella y la hermana rebanada convivirían en estrecha compañía las dos mientras estuvieran en ese habitáculo. A diferencia de su hermana Tapa Pan de Molde de Arriba, ella no sufría el doloroso momento de ver partir a las Hermanas Rebanadas que la precedían, aunque intuía que algo pasaba por ser el habitáculo menos angosto cada día que pasaba.
Pero ambas, Tapa Pan de Molde de Arriba y Tapa Pan de Molde de Abajo albergaban la esperanza de llegar a encontrarse algún día, de abrazarse, de contarse sus vivencias. Porque estaba claro que, sin moverse de su lugar en el habitáculo, cada vez que una o unas hermanas rebanadas partían, quién sabe dónde y a qué, la distancia entre ellas se acortaba, se acortaba…
Tanto se acortó que una mañana aparecieron cara a cara; a la hora del desayuno, cuando las dos últimas Hermanas Rebanadas abandonaron el habitáculo y Tapa Pan de Molde de Arriba y Tapa Pan de Molde de Abajo pudieron por fin conocerse, abrazarse, charlar y charlar. No sabían a ciencia cierta del tiempo del que disponían aunque lo intuían y que Tapa Pan de Molde de Arriba calculaba en unas 23 ó 24 horas a lo sumo, que era la frecuencia con la que, diariamente, se abría la puerta del habitáculo.
Quisieron hacer planes. Se les antojaba que su corta vida se merecía algo más que un salir del habitáculo sin saber por qué ni para qué. Ninguna de las dos sabía qué ocurría más allá, ni qué les había deparado el destino a sus Hermanas Rebanadas, y eso las inquietaba. ¿Pero cómo enfrentarse a esos largos y huesudos dedos que abrían la puerta del habitáculo y se llevaban una a una a sus hermanas?.
- 23-24 horas, quizá menos si, a la hora de la merienda, a alguien le entra el antojo de unas rebanadas tostadas con mantequilla y mermelada de naranja amarga.
Y aunque tenían unas ganas enormes de hablar, de contarse cosas, anécdotas… la verdad es que tenían bien pocas, así que el silencio se fue apoderando del espacio que ahora ya juntas ocupaban, silencio que finalmente fue roto por Tapa Pan de Molde de Abajo:
- Qué sentido tiene nuestra existencia?
Ahora el silencio se hizo penetrante, intenso, eterno…
No les dio tiempo a pensar en ello: allá fuera, parece que alguien se había dormido aquella mañana y todavía no había desayunado, intuyeron por los movimientos y ruidos que veían/oían a través de las finas y semitransparentes paredes de su habitáculo. Y ocurrió.
Ocurrió que unos menudos, finos y blanquecinos dedos abrieron esta vez el acceso del ya muy menguado habitáculo y tomaron a Tapa Pan de Molde de Arriba y Tapa Pan de Molde de Abajo. Inexplicablemente, a Tapa Pan de Molde de Arriba le vino un inmediato subidón: ¡por fin la iban a sacar a ella!.
De subidón seguía -con Tapa Pan de Molde de Abajo sin saber qué hacer ni qué decir, cuando esos dedos acercaron a las dos hermanas cerca de la cara de un retaco pecoso pelirrojo de ojos azulados que, al verlas, no tardó en mascullar:
- ¿Por qué, por qué me toca siempre a mi bailar con las más feas? ¿Por qué en todas las familias “Pan de Molde” tiene que haber dos hermanas que sean y se llamen Tapa y que siempre me toquen a mí?.
Y sin dudarlo un segundo, las volvió a colocar de mala manera en el habitáculo, lo cerró y ensayó con éxito un lanzamiento de tres puntos al cubo de la basura.
Y ahora, allí dentro, en la profunda oscuridad de ese cubo maloliente, la pregunta fue de Tapa Pan de Molde de Abajo:
- ¿Y ahora, qué?.
To be continued…. O no.
TXABI, abril 2025