Ayer fue la noche mágica. Una noche para la que parece que no pasan los años en cuanto al mantenimiento de la ilusión. Y en la Cabalgata, el ver las caras de los niños, y no tan niños, al paso de las carrozas reales, luminosas, y musicales, no hace más que añadirle más magia.
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Pero como lo primero es lo primero, por la tarde, antes de ir al encuentro con esa magia, hice mi kilómetro vertical en la cinta de casa, a inclinación máxima de 15 y a 4, 5 y 6 km/hora alternando.
Antes, por la mañana estuve animando en la ya 10ª edición de la Cursa Solidària de Reis, la primera del año. Y, como cada año, se ha convertido en un momento de reencuentro con un montón de buenos amigos.
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Eso fue, como decía, por la mañana, porque por la noche fue la noche mágica.
De las pocas cosas confesables que escribí a los Magos, en una imaginaria carta, la prioritaria era el que me concedieran el poder mantener vivo el espíritu despierto, activo, poder seguir levantándome cada mañana con el suficiente ánimo para continuar manteniendo a raya a mi amigo, "el de la mochila". Ya son más de 10 años los que llevamos en disputa y, en terminos ajedrecísticos, ahora mismo diría que firmaríamos tablas (aunque el tipo es duro de pelar, y en las últimas jugadas en estas últimas semanas alguna que otra pieza importante). Pero sabiendo que, en gran parte, el desenlace final de esta laaarga partida depende de mi actitud, de mis ganas de seguir peleando, cada amanecer es un nuevo reto para mí, un nuevo asalto, un luchar para no desfallecer, para no abandonarme, para no brindarle el triunfo en la partida sin ofrecer resistencia. Así que, voy a por él. Como hoy mismo, en que parece que los tres orientales han atendido mi petición, porque poco después de las siete de la mañana ya estaba pisando asfalto de la calle para ir al gym a por otro de mis kilómetros verticales., terminando con "una de gradas".
