21 enero 2020

CREER EN LA GENTE…

¿…y todavía me preguntáis que porqué sigo creyendo en la gente?. Veréis.
Algunos de vosotros ya sabéis que lo único que yo colecciono (aunque no enfermizamente) son gorras. Y digo lo de “no enfermizamente” porque no tuve ningún inconveniente en deshacerme de cerca de un centenar de ellas (que ahora deben estar coronando las cabezas de vete tu a saber quién en Senegal, que fue donde las envié).
Una de ellas, la más preciada, me la regaló hace una eternidad Migul, un amigo que vivía en Boston por esa época (+/- 1983). Era la mítica gorra de los...

Y fue una gorra con historia.
Recuerdo que muchos años después (1994) en un viaje a Brasil me la dejé por la zona de facturación del aeropuerto de Rio de Janeiro haciendo escala hacia Manaos. Al darme cuenta de ello ya sentado en el avión, al llegar a Manaos me fui hasta el mostrador de VARIG y se lo expliqué al personal de la compañía. Me dijeron que “hablarían con Rio y tratarían de recuperarla” si es que quedó ahí, sobre uno de sus mostradores de Rio.¡Ya ves tu las posibilidades que tenía!.
Tres días después, en el mostrador de VARIG de Manaos, esta vez rumbo a Salvador de Bahía, mi gorra de los RED SOX me estaba esperando ahí.

Pero durante unos años, en el período del 83 al 94, mi gorra de los RED SOX estuvo “en otra cabeza”; sí, porque +/- en el 85 se la cedí a Miquel Comella (el abuelo de Marta, auténtico “patriarca” de la dinastía de Can Comella de Vic, todo un personaje) ya cansadito como estaba yo de verle con una gorra que tenía casi tantos años como él. Y me pasé 4 ó 5 veranos viéndole mañana y tarde en el jardín de la casa de Sant Juliá de Vilatorta con la gorra de los RED SOX encasquetada, sentado en su sillón de mimbre bajo el árbol que estaba tras el banco de madera junto a la piscina. Nos dejó en 1991; y yo “le perdí la pista” a mi gorra. La encontré el verano siguiente, de pura casualidad, “en la casa gran”. Y volvimos a hacernos inseparables, con el "susto" brasileño de esos tres días de por medio.
Pero en febrero del 95, durante una convención en Cannes, me la dejé olvidé colgada en el respaldo de la silla de un restaurante. Llegada de Boston, recuperarla en Brasil, para acabar perdiéndola en Francia. Porque ya no volví a verla más (todo y que, ya de regreso en Barcelona, contacté con aquel restaurante por si la habían encontrado y guardado).
Hace apenas un año un amigo me comentó que se iba a Nueva York. Y le pedí si podía traerme otra gorra de los Red Sox, pero original (no quería una de tienda de souvenirs de La Rambla). Y me la trajo. Habían pasado más de 24 años “de la segunda y definitiva pérdida”.
Este sábado me la llevé a la fiesta de aniversario de mi hija Marta. Porque lo que iba a ser un día de perros, de frío, viento y lluvia fue en realidad un radiante y esplendoroso día de sol. Al ser la fiesta al aire libre, la gente agradeció el que les dejara una de las otras cuatro gorras fijas que llevo siempre en el coche: 
la de Budweiser, del año 81, la primera que recuerdo haber coleccionado y que aún sigue conmigo; la roja de la selección cubana de base-ball; la tejana-vintage de los New York Yankees; y la de los Yankees actual. 
El caso es que ayer domingo, pasándolas del interior del coche al maletero… la de los Red Sox desapareció. La busqué y rebusqué por el coche, por el parking… pero nada. Y a la desesperada, pero confiado, por la noche hice 6 carteles (tipo “Wanted – Se busca") que colgué en el interior de 6 de los 8 ascensores de la comunidad  (111 vecinos, 5 bloques, 9 escaleras en total). 
Sí, llamadme iluso.
Esta noche, al montarme en mi ascensor me encuentro con este “añadido a mano” en el cartel que seguía pegado en el cristal:
De los 111 vecinos, se la tuvo que encontrar mi vecino de abajo; y no en el parking, donde yo creía haberla perdido trasteando con las otras gorras, sino en la rampa de salida del parking. Está claro que me la debí dejar en el techo del coche mientras guardaba las otras gorras, y que arranqué con ella ahí; y al tomar la rampa de salida se cayó del techo.

Hoy ya me ha acompañado mientras escribía esta entrada en el blog.

¿Que por qué creo en la gente?.  
Ya te digo…