Imprevisible,
impredecible, sorprendente... tal y como es ella.
El martes volví a casa antes de hora del genial entreno
de series del ORANGE TRACKRUN con la buena gente de AR en las pistas Pau Negre.
No me preguntéis exactamente
porqué, pero por primera vez no acabé el entreno, me fui antes; sí, y me fui
antes porque… “tenía gente a cenar en casa” (Esther nuestra gran amiga canaria, de
paso por Barcelona camino de Mallorca); pero yo sabía que podían perfectamente esperar para cenar -y que esperarían- hasta que yo llegara a mi hora habitual de los martes y jueves (osea, pasadas
las 10,00).
Pero no; el martes, mientras corría, “algo” me decía que debía irme para casa... y cuanto antes.
Pero no; el martes, mientras corría, “algo” me decía que debía irme para casa... y cuanto antes.
Pero claro, antes de llegar a casa me había echado
entre pecho y espalda 6 series “de las buenas” de a 400 cada una, a unos ritmos
que no son ni mucho menos los míos de forma habitual, pero a los que me encanta
poder ir cuando voy en grupo (ritmos medios de 3:30 a 4:05… sencillamente una
pasada para mi nivel). Y antes de cada tanda de series, un paquete de 8 ejercicios variados ¡¡ ... y esta vez con música !!.
Así que, antes de hora, me fui para casa saltándome la tercera y última tanda de ejercicios y la tercera y última tanda de series.
Y al llegar a casa -y todavía con la ropa del entreno puesta- al salir a la terraza para dejar que el
corta-vientos se ventilara, fue cuando la vi y le oí decir, en su tono festivo habitual, un ...
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¡ Hola papíto…!
Sí; casi 10 meses después de su marcha a tierras
sur-americanas, y por sorpresa y sin avisar, ahí estaba ella, con su arrebatadora sonrisa, recién salida de
la ducha, reluciente, feliz; nuestro abrazo fue interminable, las palabras
pocas…
En casa… mi grumete ha vuelto a casa (está claro que -como le pedí- el gran
Capitán Hadock veló por ella en su larga travesía en catamarán cruzando el Atlántico).