Sí, les debía una entrada en el blog. Y totalmente merecida.
Porque una de las cosas que más me preocupaban, desde mucho antes de ponerme en marcha por el Camino, eran mis pies. Y no sin motivo, porque mis pies iban a recibir un arreón de 800 kilómetros en 31 días. Muchos kilómetros para unos pies urbanitas, pies de corredor, pero urbanita, asfaltero, y envueltos siempre en zapatillas "de correr", no de "caminar"...