7:45 de la mañana del día de Navidad.
Como ayer noche mi suegra ya “me enseñó sus cartas”, y me mostró ya el “campo de
batalla” en el que íbamos a librar hoy nuestro “combate gastronómico”, tempranito me he dicho:
-Txabi, levántate y sal a correr un poco para “hacerle sitio” a
toda la munición que te va a “disparar (...que ya me la conozco yo a mi suegra y sus
comidas light del día de Navidad).
Dicen que los entrenos mejor que sean cortos, pero intensos. Pero creo que
hoy me he pasado con lo de “corto”: 216 en 1:30:75 (no, 216 kilómetros en una hora treinta, no: 216
metros en un minuto y treinta segundos.
Este es el tiempo que he tardado en, con el suelo húmedo en la bajada de la
Nestlé, pegar un soberano tropezón contra el borde de una baldosa desencajada y
hacer una versión propia de “Aterriza como puedas”...y pata-pam!, al suelo; y
media vuelta para casa (nuevamente esos laaaargos 216 metros, pero lamiéndome las heridas).
Por suerte (?) no ha habido un gran golpe, sólo rascadas de aquellas que
escuecen lo suyo, nada que un buen baño de Betadine no pueda arreglar, mitigar (al caer en suelo húmedo, y siendo en bajada, me he ido
deslizando sobre el piso).
Así que hoy, mi suegra tiene ventaja.